Líderes políticos, opinadores expertos, opinólogos compulsivos... la crudeza de la crisis -económica, social, ecológica, de valores-, ha dejado sin respuestas a los encargados de pensar por nosotros, lo que nos ha colocado frente a un abismo que va más allá de problemas financieros coyunturales. Cabría preguntarse, por tanto, si la literatura no debería dar un paso al frente y cubrir de algún modo este vacío. Puede que las respuestas a la decadencia social estén en las estanterías. Quizás ha llegado el momento en el que, como antaño, los libros puedan servir de revulsivo político.
Para intentar contestar a estas preguntas es bueno recordar las historias de una gallina (de ficción) y un mono (real) que ofrecieron hace unos años sendas respuestas a dos crisis provocada por los humanos. Primero, vamos con las tribulaciones del ave:
"Una gallina descubrió al fin el modo de resolver los principales problemas de la ciudad de los hombres. Presentó su teoría a los principales sabios, y era indudable: había descubierto el secreto para que todas las personas pudieran vivir bien y tranquilas. Después de escucharla con atención, los siete sabios de la ciudad pidieron una hora para reflexionar sobre las consecuencias del descubrimiento de la gallina. En la reunión, los siete sabios decidieron, por unanimidad y antes de que fuese demasiado tarde, comerse a la gallina".
La gallina sin huevos
Esta narración del escritor portugués Gonzalo Tavares sobre las peripecias de una gallina, incluida en su libro de relatos El señor Bretch (Mondadori, 2007), le sirve al ensayista y poeta Jorge Riechmann para abrir La habitación de Pascal (Catarata, 2009), ensayo recién publicado sobre las políticas de autocontención en la era de la crisis ecológica global.
"El ensayo político parece resurgir con fuerza tras su ostracismo pasado"
"La gallina pensaba tanto, y era tan culta, que tuvo una obstrucción interior y dejó de poner huevos. La mataron al día siguiente", escribe Tavares en otro momento. Según el escritor portugués, su libro "trata sobre un hombre que cuenta historias, algunas de ellas muy políticas. Cuando entra en una sala vacía empieza a contar una historia y, poco a poco, la sala se va llenando. Al final es tal su éxito, tantas las personas que acuden a escucharlo, que le obstruyen la puerta de salida".
¿Ha llegado el momento de que los escritores cuenten historias políticas a una masa deseosa de escuchar relatos alternativos a las múltiples crisis? ¿O es mejor mirar hacia otro lado mientras nuestros sabios líderes se comen la gallina con patatas?
Todas las opciones son posibles, según cuenta Riechmann. "Es posible, claro, que no deseemos de verdad ser felices. Se seguirán entonces otras vías: asesinaremos a la gallina. O nos aplicaremos a devastar la vulnerable belleza esteparia de Los Monegros con el propósito de construir insostenibles macrocasinos y campos de golf en medio del desierto... Pero, que no cuenten conmigo para eso. Esconderé y protegeré a la gallina sabia mientras me resulte posible", añade. Riechmann, por tanto, lo tiene claro. Y no es el único.
Vuelve el ensayo
"Los libros son fundamentales y más en una época así", opina José Pons Bertran, de la editorial Melusina, que apuesta por la urgencia del ensayo en tiempos de crisis de valores. "El problema de las novelas es que tardan mucho más tiempo en escribirse, uno, dos, tres años. Los ensayos son más veloces, sí responden a la actualidad", explica.
No obstante, Luis Solano, editor de Libros del Asteroide, cree que el poder de la literatura es limitado cuando vienen mal dadas: "Quién sabe si la literatura tiene menos valor en estas circunstancias. La literatura ayuda a comprender mejor la realidad, sí. Ofrece diferentes maneras de ver el mundo, vale. Pero quizás ahora hay necesidades más urgentes que cubrir que las, llamémoslas, espirituales. Las personas que más van a sufrir los rigores de la crisis son, al fin y al cabo, las que menos leen. La gente que verdaderamente lo pasa mal no tiene ni tiempo ni dinero, ni para ir al cine ni para ponerse a leer", dice.
"La literatura y el mero entretenimiento son conceptos antitéticos" dice Herralde
Al contrario, Pons Bertran cree firmemente en la validez de ciertos textos cuando las cosas se ponen feas: "El ensayo político que, tras la efervescencia de los años setenta y principios de los ochenta, propulsada por editoriales como Anagrama y Tusquets, se convirtió en el huerfanito de la literatura, en un género marginado dentro del mundo editorial, está resurgiendo con fuerza", dice.
Precisamente, Jorge Herralde, editor de Anagrama, cree que, pese a que "parecen muy lejanos aquellos tiempos ingenuamente esperanzados en los que se afirmaba que la poesía era "un arma cargada de futuro", la verdadera literatura y el mero entretenimiento (pasar el rato) son conceptos antitéticos. Y, sin duda, esta época de crisis deparará muchas sorpresas".
Preguntado por si la editorial Anagrama está notando el aumento del interés por el ensayo político, Herralde comenta que es posible que "el ensayo que mejor se ha vendido recientemente sea Tratado de ateología de Michel Onfray, una crítica implacable, exacta y desde luego política", explica antes de desarrollar una interesante teoría sobre el éxito en España de un libro que aboga por un nuevo ateísmo, por una, en palabras del propio Onfray, "descristianización radical de nuestra sociedad". "En nuestro país -explica Herralde- el papel político de la jerarquía eclesiástica y sus muchas derivaciones, ha sido devastador desde hace siglos. Y lo sigue siendo, desde el nacionalcatolicismo franquista hasta, ahora mismo, con Rouco Varela. Posiblemente, para el ciudadano que precisa certezas, una de las pocas disponibles sea el anticlericalismo", cuenta.
Lecturas revulsivas
Cuestionado sobre los libros que recomendaría para salir del estado catatónico, Solano apuesta por Los vagabundos de la cosecha (Libros del asteroide, 2007), de Steinbeck. "Son las crónicas que sirvieron de base a Las uvas de la ira. Muestra toda la crudeza de los desplazados durante la Gran Depresión. Las condiciones eran durísimas. Ahora la cosa está mal, sí, pero no es comparable. Esto no es todavía la II Guerra Mundial", dice.
Herralde también barre para casa y recomienda, "sin duda alguna", la lectura de Crematorio (Anagrama, 2007) de Rafael Chirbes, "que reúne exigencia literaria y una mirada crítica que desde luego ilumina (con un foco potentísimo) las pésimas prácticas de la corrupción inmobiliaria reciente como realidad y como símbolo extremo". Además, incluye en su lista "las novelas de Belén Gopegui", como El padre de Blancanieves (2007) o La conquista del aire (1998).
Por su parte, Solano cree que los clásicos también nos pueden ofrecer pistas: "Además de la lectura de Séneca, recomiendo Los hermanos Karamázov, de Dostoievski. Muestra a la naturaleza humana en todo tipo de situaciones críticas, ya sean familiares, sociales, etc".
Por último, Herralde alerta sobre la próxima publicación del ensayo de Vicente Verdú El capitalismo funeral. La crisis y la Tercera Guerra Mundial. "No tiene vocación de panfleto, ni de quedarse en el área económica, sino que es una indagación muy certera sobre la implosión del sistema (y de paso, de la desfachatez e ignorancia de los expertos y responsables de todo pelaje)", explica.
Precisamente, en esa ignorancia parece estar una de las claves de una de la crisis actual, la económica. Por ello, es hora de rememorar la prometida historia del mono para entender la verdadera importancia de los libros en tiempos de crisis.
El extraño caso del mono que jugaba en bolsa
Hace unos años se realizó en EEUU un extraño experimento para comprobar la fiabilidad de los analistas de Wall Street. Un mono debía lanzar dardos sobre las páginas de valores del rotativo The Wall Street Journal. Los valores señalados al azar por el mico sirvieron para crear una lista con futuras inversiones en bolsa que resultó ser, ay, un 85% más lucrativa que las propuestas por los fondos punteros de inversión de Wall Street. Alucinante, ¿no?
¿Significa esto que nos iría todo mejor si dejáramos nuestros destinos en manos de macacos? ¿Qué clase de broma es esta? ¿En manos de quién estamos? Se buscan respuestas urgentes a la crisis; ahí es donde entran los escritores y los libros. Objetivo: combatir la perplejidad que provocan historias como las del monito que sabía más de bolsa que George Soros.
La hora de las preguntas
En efecto, casi todos los consultados en este reportaje repiten la palabra "perplejidad" para explicar lo que está pasando. "El ciudadano está perplejo, no acabamos de recibir la información correcta a través de los medios de comunicación, más preocupados por reflejar la coyuntura instantánea que por la reflexión pausada. La gente busca respuestas, y las respuestas están en la no ficción, en los ensayos sobre economía o política, incluso en la poesía, antes de que en la novela", dice Solano. "La perplejidad y la indignación impregnan e impreganarán no pocos textos", dice Herralde.
"El ciudadano está perplejo, no acabamos de recibir la información correcta"
Por su parte, Carlos Taibo, profesor de ciencia política en la Universidad Autónoma de Madrid, que acaba de publicar En defensa del decrecimiento (Los libros de la catarata, 2009), un ensayo de tinte ecológico sobre las "otras crisis" que han quedado tapadas por la financiera, apunta un efecto saludable de la crisis capitalista: "Permitir que una parte de la población empiece a hacerse preguntas directas y crudas en lo que respecta a las limitaciones -al sinsentido, por decirlo mejor- de las respuestas oficiales a esta crisis", cuenta.
"Si el edificio se hunde, tratamos de averiguar por qué es así: estaba el error en los planos, se calcularon mal estructuras, el constructor escatimó o adulteró los materiales, los inquilinos introdujeron más peso del conveniente? Si la crisis ecológica-social que hemos causado, y que seguimos agravando con celo digno de mejor causa, se lleva por delante nuestra civilización, tratemos al menos de conservar la lucidez", escribe Riechmann en La habitación de Pascal. Lucidez para, por ejemplo, proponer alternativas. "La obra remata con algunas conclusiones que quieren rescatar el sentido de fondo de la crisis en que estamos inmersos y, con él, la necesidad imperiosa de buscar horizontes distintos a los que a estas alturas propone -es una forma de hablar- el capitalismo", escribe Taibo sobre En defensa del decrecimiento.
Sin respuestas mágicas
Eso sí, Taibo matiza que quiere "evitar caer en las tentaciones del optimismo beato, las consignas ingenuas o las respuestas mágicas". Un paso más allá va el periodista Antonio Baños, autor de La economía no existe (Libros del lince, 2009), un "libelo contra la econocracia" que trata de demostrar que la económica es en realidad una rama del esoterismo disfrazada de ecuación compleja. ¿Las causas del disfraz? Que no entendamos una sola palabra de lo que nos cuentan los gurús económicos.
Pese a todo, Baños no se ve en la obligación de dar respuestas porque, según explica, "cuando alguien acude a la policía para denunciar que le han robado, los agentes no obligan al ciudadano a capturar al ladrón. Si alguien se queja de que le han vendido un yogur en mal estado, no le azuzan para que monte él una fábrica de yogures. Sin embargo, las críticas al sistema económico topan invariablemente con una respuestas en forma de pregunta: ¿Y tú qué harías? ¿Por qué no propones algo mejor?"
En efecto, la estrategia de Baños pasa por la demolición: "Con sus razonamientos lógicos, sus cifras contrastadas y sus explicaciones plausibles, la economía intenta exponer un mundo coherente donde causa y efecto se suceden y todo tiene una explicación razonable". Pero, llegados a un punto donde da la impresión de que nos iría mejor si pusiéramos a un mono al frente del cotarro, Baños opta por la "intención contraria. Crear vacíos donde ya hay explicaciones. Generar preguntas para aquellos cuyo oficio es ofrecer diariamente respuestas. Sembrar la inquietud y la duda. El temor y el cabreo. Ahora se trata de que nos situemos un paso más allá. Justo al otro lado de la línea donde acaba la economía. Sólo queda una posibilidad: buscar la visión que se obtiene cuando uno cierra los ojos al espectáculo de la economía".
La imaginación al poder
No obstante, a fin de que dejemos de confundir los bonos basura con las bolsas de la basura y de que, a fin de cuentas, nos dejen de tomar el pelo, Juan Torres López, catedrático de economía de la Universidad de Málaga, aporta respuestas sencillas a preguntas complejas en La crisis financiera. Guía para entenderla y explicarla (Attac, 2009), un manual divulgativo cuyo objeto es "denunciar sin descanso lo que está ocurriendo y ofrecer a la sociedad alternativas que se puedan tocar con la mano".
"Lo bueno de la crisis es que nos hemos empezado a hacer preguntas crudas"
Desde luego, no será por falta de difusión: el libro de Torres López, que se vende a dos euros, se puede descargar gratuitamente por Internet gracias a una licencia copyleft. Nadie podra acusar a Torres López, por tanto, de no ofrecer respuestas originales a la dictadura del mercado. ¡La imaginación al poder!
Pero, ojo, parte de las respuestas más imaginativas a la crisis no tienen nada que ver con los índices bursátiles. En ese campo es inevitable recomendar la lectura de Cineclub (Reservoir Books, 2009), la historia de un escritor canadiense, David Gilmour, que permitió a su hijo adolescente, "alérgico a la escuela", dejar de ir al colegio a cambio de ver tres películas a la semana. "Durante el primer año con Jesse en casa, sin ir al instituto, me preocupé mucho", explicó Gilmour a Público. A las cuatro de la madrugada me daban taquicardias, pero yo creía que los niños felices acaban siendo niños felices y que los desgraciados, aunque se doctoren, siguen infelices. Pensé que si era capaz de dar a mi hijo una serie de lecciones felices, la vida ya se ocuparía del resto". ¡Y tenía razón!
Así, Gilmour resume con su experimento lo que parecen decirnos los mejores libros contra la crisis. Es hora de echarse al monte, arriesgar y proteger a la gallina.
Fuente: Público